Antes del letargo vespertino
déjame recogerte entre mis brazos,
déjame, mi vida,
robar tu lengua de miel y bellotas.
Que no quiero amanecer
sin un motivo más para no amarte.
Escóndete conmigo en las entrañas
de la ciudad,
lúgubre santuario de mis razones.
Madrid es la morgue de los gorriones.