En el más árido y marchito rincón de mi mirada encarcelé celosamente la primera sonrisa que me dedicaste. No fue la mejor sonrisa de la historia, es más, ni siquiera me atrevo a afirmar que fuera dirigida a mí o que te hubieras planteado sacarla a paseo. Todo pasó muy rápido: "se te ha caído el boli", "gracias". Y nada más.
Pienso que te sentirías mejor si te dijese que tengo un nudo en el estómago por tu culpa y que tienes la habilidad de hacerlo todo más difícil. Para ciertas cosas hay que allanar el camino y sacar sonrisas de donde no las hay. ¿Y sabes por qué? Porque un día te las pediré, y no sólo eso, te pediré los sueños que me he perdido alguna noche que otra pensando en ti, y te pediré que me devuelvas la ilusión que tenía antes, no la de ahora, la de ahora no brilla y mi ilusión de antes bailaba por encima de nuestras cabezas.
¿De verdad es tanto pedir que me dejes besos marcados en las esquinas de mi cuerpo?
Andamos de la mano y el suelo se rompe, y en silencio rogamos por no rompernos nosotros también.
Son tiempos difíciles para los soñadores.