Bueno, ya le dije ayer a Marta que el día que yo me enamore me iré a la selva a cazar bonobos, que será para lo único que permanezca útil. Como esas enajenaciones me podrían pasar en cualquier momento (tal vez es que siento el escombro de las voces del alma como un témpano en el cerebelo), prefiero avisaros de que así son las cosas y así se las he contado.
¡Me voy con los bonobos!
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Si querer fuera un sombrero de tres picos,
una guitarra, un pozo,
dos cuerdas remozadas en salitre
o una cuerda sola en el lagar
para atar los haces de la hierba separada.
Querer como un preámbulo
de ayuntamiento carnal, de voces
-de tu voz si quiera, en vilo
sobre la cumbre de una violeta,
Querer como timbales, como guerras
de sangres desatadas, torbellinos
y viento de diez puntos cardinales.
Si querer fuera un asunto de comedias homicidas,
una presunta inocencia de los dioses,
o tú, de llano, así de simple,
quizás fuera mejor no recordarte
el obscuro declinar de mi quererte.
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NOTA BENE: Pienso yo que ese "declinar" no tiene el sentido de ocaso, caída, derrumbamiento. Yo creo que es un declinar gramatical, un paso por todas las categorías del Verbo. ¿Cómo se declina el amor sino de beso en beso?