Misteriosa me llamas... y la verdad es que de eso tengo poquito. Algunos me comparan con una bomba de relojería y otros me dicen que soy más simple que el mecanismo de un lápiz. La verdad, no atiendo a razones, y creo que eso es justamente lo que mejor me define. Una conversación conmigo puede ser liviana como el movimiento de las flores de cerezo; o puede tornarse brusca, prepotente (del latín praepotens, fuerte) y helicoidal, si me retuercen los tornillos.
Creo que te debía una explicación, Likug. Aquí la tienes:
Una vez me prometiste que si algún día hacíamos un viaje, me dejarías elegir el destino. "Tu cama", dije sin pensármelo. Tú reíste y yo también, y volvimos a empezar de nuevo. "Praga".
Esta vez sí que acerté. Accediste con una condición: que te enumerara cinco razones convincentes por las cuales había elegido esa ciudad. Creo que nunca he tardado tanto en pensar una respuesta, pero el esfuerzo mereció la pena. Aquí quedan recogidas.
- Si me llevas a Praga, prometo despertarte cada mañana haciéndote cosquillas con mi pelo.
- Si me llevas a Praga, prometo engarzar tres millones de muñequitos de papel hasta escribir tu nombre en mi balcón.
- Si me llevas a Praga, prometo coserte a besos las comisuras de los labios.
- Si me llevas a Praga, prometo llevarte a mi azotea de noche para que podamos bailar el rock n' roll de los idiotas.
- Si me llevas a Praga, prometo regalarte una caja repleta de fotos mías en las que salga sonriendo o riendo a carcajadas.
Y mientras hablaba, pude comprobar que en realidad sólo era necesaria una justificación: "porque me da la gana". Contigo, todo lo que quise, siempre lo tuve.