Entre todas las causas que conspiran para cegar
el errátil juicio del hombre, y extraviar su entendimiento,
la que manda con mayor prejuicio en la débil cabeza
es el orgullo, indefectible tara del necio.
Las quilates que la Naturaleza niega,
los compensa con sobra el orgullo,
pues en las almas, como en los cuerpos,
lo que carece de sangre y espíritu, lo infla el viento.
El orgullo, cuando el genio falta, acude a defendernos,
y ocupa el gran vacío del intelecto.
Si alguna vez la razón ahuyenta aquel nubarrón,
la verdad se nos impone con irresistible esplendor.
No confiad en vosotros mismos, sino que para conocer vuestros defectos
haced uso de todos los amigos. Y de todos los enemigos.
El poco saber es cosa peligrosa.
Bebed largo, o no bebed, en la fuente Pieria.
Allí los tragos cortos embriagan el cerebro,
mas los largos lo tornan sereno.
Enardecidos al pronto por lo que la musa imparte,
en la intrépida juventud intentamos las cimas del arte,
mas desde nuestro limitado plano mental,
poco vemos por delante, y nada por detrás.
Pero más adelante, con extraña sorpresa, vemos
alzarse nuevas y lejanas vistas de interminable ciencia.
Así, complacidos al principio, los encumbrados Alpes iniciamos,
los valles remontamos y hollar el cielo semejamos.
Las nieves perpetuas se encuentran ya rebasadas,
y las primeras nubes y montañas parecen ya las postreras;
pero éstas alcanzadas, temblamos al contemplar
que el camino se prolonga y los trabajos aumentan.
La creciente perspectiva cansa nuestros errantes ojos.
¡Colina tras colina se asoman, y Alpes tras Alpes se alzan!
ENSAYO SOBRE LA CRÍTICA. Traducción de José Siles Artés.