LAS PUERTAS DE OTRAS CASAS
Súbitamente… me descubro con las llaves en la mano y abriendo la puerta de una casa que no es la mía. ¿O sí…? Sí, es la mía… Creo.
Cuando la vida de uno se vuelve una acotación al margen, permanecemos dentro de la cáscara y comenzamos a conocer el olor y el sonido que habitan el cuerpo por dentro.
Nos convertimos en testigos de los lugares a los cuales nos llevamos; espectadores y a la vez víctimas del rumbo implacable de la carne -cada vez menos.
Concurrimos en una vida… descreída, insípida; que ya no es nuestra, sino de la corteza, la sonrisa, del dinero y… de la familia.
Hay que tener siempre la maleta preparada, no hay que perder de vista la puerta. Tener recogida toda la ilusión. No hay que olvidarse jamás dónde se han dejado las llaves. Tenerla enseñada -a la sangre- hasta la conciencia de que sólo habita un cuerpo: éste, maldito flujo condescendiente de un sistema que no es conciente del fracaso inminente del latido.
Luego -si eso- para continuar, te juntas con esos amigos que te saben contar… la vida.
Y tú en el café te la aprendes; por lo menos, aprendes lo que hay que repetir para que crean que también crees y que vives como todos. Y cuando te hayas reído un rato y los dolores concéntricos del estómago se hayan distendido en el estiramiento del músculo permaneciendo ocultos hasta el próximo… próximo exilio de ti mismo, andarás huraño mirando los cuerpos ajenos de otros extraños a los que miras y llamas: mamá, papá, amigos, familia...gente, hombres… seres humanos.
Entonces caminarás en esas noches lentas mirando la curva negra que te atrapa y te aplasta, a materia tierra; desde el cielo oscuro clavado de estrellas. Doliéndote el cuerpo que experimentas fuera de ti, que se te sale en cada herida, porque también te lo han clavado con los huesos, al espíritu, y te han llenado de sangre la bolsa lúgubre del alma.
Que no te tape nunca la cabeza el manto de la vida. Pues será una gloria saberse olvidado de sí mismo en la tierra y nunca saberse perdido -para encontrarse- en el universo. Porque perdido andan los dioses reinventándose a sí mismos.
Y si reparas constantemente en la muerte, o constantemente no la olvidas, declinas ciento veintiuna leyes en contra de la naturaleza y comienzas a transformarte en divinidad. Comprenderás entonces porqué todos conspiramos para que sigas siendo imbécil, salvo algunos poemas… salvo algunos hombres, algunos espectros que no sabemos qué hacemos dentro de estos cuerpos con los dedos mágicos de hacer milagros y repletos de gente que ama el… (no sé qué) de nuestros ojos. Y usamos como pan la palabra despedida para no ser tantos en un mismo lugar, para ser cada vez menos. Para ser uno en todas partes y partes de uno en todos lados.
¿Quién se atreve a marcar los ejes, por donde debe moverse la vida sin correr el riesgo, de que un Dios o un hombre le acuchille los miembros que asoman al abismo?
Y digo miembros para no estimularlos, porque en mí también actúa la naturaleza. Pero por el Dios que en este momento me hago cargo, os digo: atraviesa la línea con todo lo que seas.
-A cada intervalo de versos le corresponde su perdón, su disculpa-.
Cómo hago para no contar con ustedes, en el entendimiento y que lean lo que se ha escrito entre líneas. Entre líneas difundimos los Dioses y saltamos el paréntesis de muerte que nos corresponde por la osadía anti-natura, de desenchufar las máquinas de su consumo “humano…”
¡Silencio, que andan cerca, silencio…!
(Sigamos con la parafernalia de los versos y la poesía agitando los brazos y las piernas como en bailes de esclavos y entrenemos en el movimiento, el músculo de la guerra mientras crean que sólo reímos y bailamos)
Hay que tener la nostalgia recogida. Y en todo caso, si se quiere, merecer las despedidas con lágrimas, pero no todas pues siempre estamos despidiéndonos.
Mejor, dejar la ventana abierta, para salir… (…) “O S U I C I D A R S E.”
¿Suicidarse? ¿¿¡¡SUICIDARSE!!?? Pero ¡Yo no escribí eso!
¿¡¡ Pero, quién ha tomado el bolígrafo…!!?