Se han quebrado todos mis sueños

Cualquier persona que entre en este lugar se hallará con la tímida tragedia de que el mejor de sus poetas es quizás el menos comentado. Bien sé yo que el silencio que rodea tus textos nace del profundo respeto que despiertan, y del miedo -sí, miedo, por qué no -a que una palabra contra ellos no haya sido permitida por los dioses (espero que Carlos Mestre me perdone la ridícula paráfrasis que acabo de hacerle).

Sin embargo, yo llevo unos días pensando en qué lugar me dejaría como próximo filólogo mantenerme en el núcleo de ese silencio. El respeto a un texto, reza la primera ley de un filólogo, debe brotar del amor profundo a ese texto, y de las ganas poderosas de retorcerlo, de hacerlo nuestro, de aprehender con garras ávidas todo lo que pueda quedarse de él con nosotros. Mientras pienso en tu poesía y tecleo estas palabras en la soledad de mi estudio la otra parte de mi cerebro está rondando ideas breves sobre el sentido etimológico del verbo "tener". Verás, el tenere latino no es nuestro "tener", sino que para lo que hoy usamos "tener", los latinos empleaban el reiterado habere. Y cuando alguien decía tenere quería significar un acto de tracción, de posesión tenaz e incluso violenta de algo en las manos. Tener es sujetar con fuerza, es apresar, es lo más parecido a un desesperado intento de hacer nuestras las cosas. A mí me gustaría, pues, tener tus palabras.

Así pues, cruzo el círculo blindado de tu armonía como un humilde sacerdote, y me inclino ante este relicario mientras murumuro las siguientes líneas:


He querido redimir mi mal uso del respeto con una prosa, precisamente porque sabía que podía encontrar en ella aquello que he encontrado. Cuando uno conoce a un poeta como yo creo que voy conociéndote después de años, podemos apostar un poco las virtudes intrínsecas que vamos a hallar en un texto. Así pues, tu te tiendes bajo el árbol de la prosa con una máscara. La armonía y fluidez de tus palabras nace de la existencia de rimas internas y metricismos. No voy a entrar en un largo análisis técnico, así que confío en la credibilidad que haya podido ganarme durante estos años para que los que lean estos admitan ad verecundiam que en tu texto hay versos medidos. Y tú me vas a decir que no lo pretendías, y claro que no lo pretendías. Sería tedioso estar trabajando una prosa así. Pero ya hablé en otra ocasión de esa armonía natural que tiene el verso y que nos lleva de oído a hacer una distribución adecuada de los acentos y de las sílabas. Así pues, los metricismos de esta página dicen mucho de esa habilidad natural como creador que es imposible negarte ya, Germán.
Tampoco quiero decir que esto no se haga a veces de modo intencionado. Hay quien dice que las grandes novelas empiezan siempre con metricismos. Basten como ejemplo los muy mencionados endecasílabos que teóricamente principian Cien años de soledad, y que por cierto yo no veo en ninguna parte xD.
En realidad tu prosa invoca los mismo efectos que tu poesía, con la creación de una atmósfera selvática donde al final uno se siente enredado y trasladado. Sabes sumergir a quien te lee en lo que es leído, y eso es lo que termina de sellar el pacto ficcional (yo o estoy de acuerdo con el adjetivo, pero otros más listos que yo le han puesto el nombre) en virtud del cual nos vemos implicados en lo que hemos aceptado leer. Y también sabes inocular en el lector las sensaciones que originaron el texto. Y esa es precisamente la mayor virtud de un poema, ¿no crees?, hacer sentir como propio y/o como real aquello que siente el poema. Por eso dudo seriamente de la adjudicación de estas líneas a algo llamado "prosa": para mí esto es radical y eminentemente poético.


Poco más he de decir sobre todo esto. No voy a banalizar alabándote, pues me dejaría aún más por debajo de tu sombra. Me recuerdas hermosamente a una persona tan grande como vos, en el campo de la filosofía, con las ideas más brillantes que jamás he conocido pero negada virtualmente a publicar y hacerse oír. Sois como un Sócrates paseando y maldiciendo a quien se vuelve conocido. Pero en tu caso, Germán, el anonimato acontece en un lánguido lamento de todos los que aman la poesía. Espero que no sea cierto, porque mereceríamos ver tus palabras cebadas en un libro. Porque lo único que sé, Germán, es que eres todo menos un hombre común.


Espero haber oficiado el rito de esta profanación con la honradez y la altura suficientes, maestro.

Siempre tan generoso conmigo y mis palabras. Gracias.
Respecto del silencio de los comentarios, tengo varios motivos para sugerir el porqué debemos comentar. Así también del porqué no lo hacemos muchas veces.
Al menos hablo por mí, es muy probable que sea más simple de lo que me conozco, pero ya sea por lo complicado o el desconocimiento que tengo de mí, a veces no sé encontrarme en lo leído. O bien no sé encontrar en mí el lugar donde brota la fluidez del comentario. Me quedan ideas sueltas, frases, alguna emoción, pero nada consistente que forme un comentario…
Por otra parte, si somos adeptos a la filosofía de la inexistencia del objetivismo o a la imposibilidad del hombre de captar o ver o distinguir lo objetivo, entonces el error no cabría en ninguno de nosotros, todos los comentarios son iguales de válidos y verdaderos, en ellos nos expresamos, son lo que somos, lo que pensamos, lo que entendemos, y no existe otra realidad para nosotros más que la que vemos y comprendemos; por lo tanto no podemos sentir o no debemos sentir temor de mostrar lo que somos, sino quedamos anulados.
De todas maneras yo me inclino más por la versión que estila la vida moderna, aunque inconsciente y a pesar de Nietzsche: la existencia del objetivismo y de la posibilidad del hombre de llegar a él, de captarlo, de ver la realidad de las cosas tal cual ellas son; o al menos de aproximarse cada vez más. De ser así, el cometario de un texto permitiría el debate, la discusión, la demostración y/o la explicación... esto conlleva muchas veces, en el mejor de los casos, al elevamiento del pensamiento de uno de los interlocutores o de ambos –considerando que elevar es aproximarlo a lo objetivo o quitar subjetividad.
A mi entender no deberíamos huir de ver la realidad, por ejemplo de un texto, con mayor objetividad que antes y si para ello tenemos que recurrir al autor o a otro que lo ve más y mejor, pues bienvenido sea. Las consecuencias son inmensas y trascienden la existencia del foro, las relaciones, las vergüenzas personales o el miedo al ridículo. Además hemos aceptado estar acá y hacer lo que hacemos, ahora sólo hay que ser más consecuentes con nosotros mismos y sacarle al jugo a ésta realidad irrepetible y finita que compartimos en el foro.
Siempre terminamos por agradecer los comentarios, porque aunque muchas veces creamos que son banales o innecesarios, algunos nos calan tan hondo que vale la pena arriesgarse a comentar “algo”.

Luego sigo con el comentario...

Quizás lo común dejó de serlo, para retorcerse en las formas más variadas hasta perder la cualidad de ser común. Hay una definición que dice: "Dicho de una cosa: Que, no siendo privativamente de nadie, pertenece o se extiende a varios" se extiende a todo, diría en este caso. De repente, el hecho de que nadie quiere "ser común" paradójicamente el serlo es exclusivo. Es sólo como una reflexión esto último porque no es lo que pretendo en mi escrito.

En realidad tiene que ver con el segundo comentario que hice en tu post “La Magia de la Poesía”: miramos el texto como literatura, y así debe ser; pero yo cuando lo escribí, estaba haciendo algo conmigo mismo. Y por la misma razón te digo, no te preocupes por lo que expresa, sin bien no deja de ser verdad para el momento en que fue escrito, luego, es tan ajeno para mí como cualquier otro que no haya escrito.

Lo de “maestro”, supongo que lo tienes claro. Es sólo circunstancial que uno aprenda y otro enseñe.

¡Nos vemos Sergio! Gracias y es un gusto charlar contigo.