Sigo con mis mini-ensayos de teoría literaria; leídos o no, pudieran ser útiles a quien leyera. hoy me dedico a la crítica profunda de un concepto que nos es afín:
FALACIA 2000
1. EXORDIO
Desde luego no resulta fácil enfrentarse a la redacción –supongo que tampoco a la lectura –de un texto titulado de este modo, donde pretendo auspiciar la desaparición de la Generación del 2000, ese concepto anacrónico, policéfalo y resueltamente incorrecto. Nadie se asuste ni tuerza el mostacho con ironía jovellanesca. Nadie pretende con estas líneas negar que existen grupos de poetas, mal llamados por la historiografía literaria con el hórrido término de generación. Sólo pretendo, acorde con la línea actual de la crítica y de la ¿oligarquía? catedrática, desmontar ladrillo a ladrillo la gran falacia de nuestra literatura del siglo pasado: la generación. Me valgo para la redacción de estas líneas de los datos recabados por la doctora Romero López (UCM) en sus clases, y de los artículos de R. Cardwell e I. Fox al respecto (los pongo al final del artículo con su enlace online); os aseguro que son figuras claves en lo que se refiere al estudio pormenorizado del 98 y el 27.
2. ¿POR QUÉ NO PUEDE NI DEBE EXISTIR UNA GENERACIÓN DEL 2000?
Ni puede ni debe existir una Generación del 2000 porque en la propia hipótesis generacional subyace una profusa voluntad aleccionadora y un indubitable dirigismo político. No debe existir porque el concepto generacional excluye, secciona, oscurece la historia de la literatura, de modo que considero que un dogma de tinieblas como este no debe volver a tener ocasión de justificar su desastrosa existencia.
La primera vez que en España se habla de Generaciones es en los albores de nuestro pasado siglo XX, en dos artículos de Martínez Ruíz (Generaciones de escritores y Dos generaciones). Desde este momento, el término va llenándose progresivamente de elitismo, ideología y, en resumen, parcialidad. A pesar de estos orígenes tan castellanos (y por ende áridos), a nosotros el término nos llega desde Alemania a través de Ortega. En En torno a Galileo recoge las principales ideas ya preconizadas por la obras de los germanos Jules Pittersen (Dei Literatischen Generationen), Wechssler y Alewyn. Además, establece la segmentación generacional cada 15 años. Es decir, los grandes escritores que nazcan en los mismos 15 años, que sean amigos, tengan unas preocupaciones estéticas comunes, participen en los mismos círculos y tengan los mismos modelos y reaccionen contra los mismos escritores son, indefectiblemente, una generación. ¿Y lo demás? Lo demás es silencio.
Julian Marías, representante mayúsculo de la Escuela de Madrid, paladín filosófico de Ortega, supo ver que el concepto hacía aguas por doquier. Que reducir la estética de una nación a un término determinista de índole biológica (porque si no se nace en los 15 años reglamentarios, ya no es una generación) es una falacia muy raciovitalista pero no por ello menos absurda. Por eso Julián Marías tapa el roto con un descosido y empieza a balbucear cosas sobre “constelaciones” de escritores, que pueden pertenecer a una o dos generaciones.
Pero lo cierto es que el daño se mantiene. Se concibe la generación como ese grupo elitista y principal que afirma el predominio de un reducido grupo de semblanzas cuyo arte justifica una determinada ideología y unos determinados patrones sociales. Y es que la culminación de lo que hoy llamamos Generación llega con la bendición apostólica del franquismo, que supo muy bien cómo marcar diferencias entre una España modernista, llena de simbolismo, intimidad, afectación y romanticismo, y una España noventayochista, ruda, castellana, fornida, que quiere “alzarse”, “resurgir”. ¡Buena tontería! La división entre noventayochistas y simbolistas es ridícula y acientífica. ¡Son los mismos autores! ¿Qué diferencia ha de marcarse entre La voluntad azoriniana y las Soledades de aquel que es bueno en el buen sentido de la palabra?. ¡Ninguna! La voluntad aúna pasajes de crítica, de reflexión ético-moral y política con largas descripciones paisajísticas modernistas, llenas de simbolismo y de comunicación con la naturaleza. Otra cosa es que a una España totalitaria le viniera bien el ensalzamiento de una mitad y la represión de la otra.
Y la falacia cunde como el veneno. Valbuena Prat, Ángel del Río, Díaz-Plaja… tómese al crítico que plazca: la generación ya es un tópico de la historiografía; la mentira se hizo hecho por la reiteración insistente. Aún recuerdo mi cara cuando la doctora Romero López nos preguntó, en medio de una clase apasionante: “¿Conocéis a las mujeres de la Generación del 27?”. ¡Cuántos años de inopia histórica lamentable! ¡Cuántos años de resignada aceptación de una mentira! ¡mujeres del 27!
Desde el punto de vista teórico, debemos mucho a los cultural studies de Anthony Easthope en este sentido (Literary into cultural studies, 1991), que han sabido tomar en consideración literaria “al otro”, al triste excluido del canon literario (mujeres, autores de 2ª fila, géneros no afectados políticamente) que ha vivido hasta hoy a la sombra de los genios. ¿Y lo demás? ¡Tout le reste también es literatura!
3. ¿CÓMO DEBIERA LLAMARSE ESTA NUEVA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES?
La visión más acertada es quizás, la que emplea Vicente Gaos en su antología de la generación del 27, “Grupo” (Antología del grupo poético del 27, Cátedra, en posesión mía y de Jaskier). Por eso yo digo y diré que soy autor del Grupo Poético del 2000, porque ha tiempo que renuncié a las peculiares delicias de la elocuente genialidad y la vanguardia.
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/public/13572721092135830532279/hisp03_inman01.pdf?portal=0 (INMAN FOX)
http://eprints.nottingham.ac.uk/46/0/cardwell2.txt (RICHARD CARDWELL)